Madrid, Spain
January 9, 2015
Un nuevo estudio liderado por científicos chinos ha evidenciado que las prácticas agrarias de los cultivos biotecnológicos y convencionales son compatibles y que la coexistencia ayuda a tener una agricultura más sostenible en la que se retrasa la aparición de resistencias. El informe ha analizado el cultivo de algodón en el norte de China estudiando los efectos de la introducción del maíz Bt, del uso de refugios y las resistencias de plagas. Factores ante los que una combinación de ambos modelos, en función de las condiciones de cada cosecha, consigue una agricultura más sostenible y productiva.
Bruce Tabashnik, científico de la Universidad de Arizona que ha participado en el estudio junto al equipo chino, afirma que “la lección más importante de este estudio es que los agricultores tienen que elegir entre la biotecnología y la agricultura tradicional, en lugar de ello pueden utilizar las mejores prácticas de ambos enfoques para maximizar la productividad agrícola y la sostenibilidad.”
El algodón, maíz y la soja modificados genéticamente presentes en China producen una bacteria del suelo llamada Bacillus thuringiensis (Bt) que mata ciertas plagas de insectos pero que son inofensivas para la mayoría de criaturas, incluidas las personas. Estas toxinas naturales, que son respetuosas con el medio ambiente, son las mismas que ha usado la agricultura ecológica durante décadas.
Los cultivos Bt reducen el uso de insecticidas y aumentar los beneficios de los agricultores. Sin embargo, su rápida implantación ha hecho que aparezcan resistencia a las toxinas Bt en algunas plagas, reduciendo los beneficios extras de este modelo. Para evitar estas resistencias se plantan en muchos países refugios para que así existan ejemplares de dicha plaga que no se vean atacados. Una metodología que en China no se adopta.
Los agricultores chinos no siembran refugios ya que la normativa reconoce que la plaga más dañina del algodón (Helicoverpa armigera) se alimenta de muchos más cultivos que no son el algodón, como el maíz o la soja, lo que impediría de forma natural que se produjeran resistencias. El estudio publicado en Nature Biotechnology, disponible en este enlace, demuestra que estos “refugios naturales” con cultivos no Bt retrasan la aparición de resistencias.